Volviendo a ese momento, acuden a mi cabeza muchos recuerdos, y os los voy a contar como un bonito fragmento de la historia de mi vida…
Era una época en la que iba remando sin dirección y todo lo veía como una gran montaña difícil de escalar. Alguien pensó que yo podría lograr mis objetivos independientemente de las piedras que encontrara en el camino.
¡Qué días de nervios!!! La tensión invadió mi espacio vital, el cerebro iba a mil por hora y solo podía pensar en una cosa: si alguien que me conoce tan bien, me otorga el honor de recibir este premio, es porque confía plenamente en mí.
Y por qué yo no hago lo mismo?? Porque creo que no valgo y no sé qué hacer con mi vida…
La emoción ocupó el espacio de los nervios y todo empezó a fluir, la ilusión y el entusiasmo hicieron que mi barco tomara rumbo y, a partir de entonces, poco a poco he ido dando sentido a todo lo que hago.
Solo puedo decir: gracias por creer en mí.
Ander Gerbolés